Mi nombre fue Judas

Stead, C. K.

Editorial Grijalbo. México, 2008.

El libro inicia con la descripción de un experimento que en la actualidad juzgaríamos como sencillo pero, que en aquellas épocas exigió mucho análisis, reflexión e incluso valor para alejarse de las consignas populares, Idas de Sidón dice: No podemos ser racionales en todo momento, pero sí podemos intentarlo, eso nos lleva a visualizar al héroe del libro como un individuo analítico, reflexivo, objetivo y difícil de manipular.

Se trata de una novela muy interesante donde un Judas Iscariote (ahora Idas de Sidón), viejo que, contrario a lo que señalan la mayoría de las historias no se suicidó; narra la historia de su relación con Jesús a quien conoció desde que ambos eran niños. Habla de como el maestro de ambos, Andrés, les enseñó e hizo que aprendieran las Escrituras y la dicho por un tal Diógenes y los filósofos perros. Cuenta que en esas épocas Jesús era un magnífico estudiante que gustaba de las bromas para disminuir las tensiones. Andrés decía que Jesús tendría un brillante porvenir en el mundo del teatro; Judas dice que escucharlo hablar a las multitudes era maravilloso por la forma como manejaba la voz y por el contenido, que podía ponerlo al alcance de la gente o hacerlo tan obscuro que sólo se prestaba a interpretaciones.

Judas comenta que las Escrituras para él eran una fuente de belleza y consuelo pero para Jesús se convirtieron en una fuente de poder. Habla de María como una mujer fuerte, pero que nunca tuvo una buena relación con su hijo y dice: … y aunque no dio ninguna explicación al hecho de no querer quedarse con su propia familia, saltaba a la vista que la distancia entre María y él aumentaba a medida que Jesús se iba haciendo famoso en la región. José apenas y aparece en el relato lo mismo que en la vida de Jesús, es un hombre apocado, manejado por María y que nunca ocupa un plano principal; de los hermanos de Jesús dice que el más destacado fue el menor, Santiago que también murió crucificado.

Dice Judas, que Jesús hacía distingos entre los apóstoles, les daba la información en trozos y la repartía, ahora a unos y después a otros con lo que creaba competencia entre ellos, nadie se sentía seguro, aunque dice que Jesús lo consideraba, si no su igual como alguien muy especial pues le decía: Venga Judas tú eres el cerebro de este grupo. Se muestra agradecido de que Jesús no le pidiera creer en lo que se decía acerca de su nacimiento porque El desafío habría sido demasiado grande. Incluso relata una ocasión en la que riñeron y Judas le gritó que en realidad no era hijo de José si no de un soldado romano (era algo que se rumoraba) dice que la furia de Jesús fue inaudita y le golpeó salvajemente.

Cuenta que Jesús pasó bastante tiempo con la secta de los Esenios del Qumrán de quienes aprendió mucho.

La mayoría de los discípulos idolatraba a Jesús, sólo Judas analizaba lo que decía y se percató que sus sermones, al principio de amor, paz y bondad se volvieron belicosos y violentos después de enterarse de la forma en que había muerto su primo Juan el Bautista.

Habla de un Jesús molesto cuando le pedían que aliviara a alguien pues no se consideraba curandero; los milagros eran contados de distintas formas, las situaciones cambiaban de manera radical; había quien decía que el milagro de los panes y los peces sucedió con 10 individuos pero otros decían que habían sido más de 5,000 personas.

Dice que María Magdalena se convirtió en una de las personas de más confianza de Jesús y la describe como la prostituta arrepentida.

Cuando pone en duda su poder sanador Jesús le contesta: Es Dios quien lo hace, ¡pero a través de mí! Creo que aquella fue la primera ocasión en la que temí verdaderamente por él, por su equilibrio mental, quizá, pero sobre todo por su seguridad, y supongo que también por la nuestra, la de sus seguidores.

Respecto a las 30 monedas de plata dice que eran las únicas que tenían y sirvieron para pagar la última cena; no hubo tal beso de entrega; todos los discípulos huyeron y comenta que en la cruz Jesús gritó:

-Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Le salió de las entrañas, aquel grito de protesta, las últimas palabras pronunciadas por aquella extraordinaria voz que aun oigo en mis recuerdos y en mis sueños. Por eso sé que Dios no existe. De haber existido, y de haber ordenado semejante fin para Su fiel hijo y sirviente, en aquel momento habría muerto de vergüenza…

En fin se trata de un libro que vale la pena leer en cualquier tiempo pero estos días que se avecinan pueden ser más propios que cualquiera otros. 

 

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