Elogio de la ancianidad

(Epístolas morales a Lucilio)

Séneca.

Editorial Iberia. 2007.

Es uno de esos libros para los cuales se requiere una gran cantidad de marca texto, café, música y tiempo para meditar en todas y cada una de sus propuestas; con independencia de lo que muchos afirman del autor, es decir, hay quienes destacan sus incongruencias, entre las cuales sobresale haber sido tutor o consejero de Nerón. Otros afirman que es el máximo exponente del Nuevo estoicismo, aunque debemos de enfatizar que cita con frecuencia y no se cansa de ensalzar a Epicuro. También dice: La filosofía no enseña a hablar, sino a actuar, y exige que todo el mundo viva conforme a su ley, que la vida no contradiga la palabra y que no exista discrepancia entre los diferentes actos de la vida, que todos ofrezcan el mismo color. El deber más grande de la sabiduría, y al mismo tiempo el mejor indicio, es la concordancia entre las obras y las palabras, la constante igualdad del hombre consigo mismo. Si Séneca no cumplió con sus propuestas eso no significa que nosotros no podamos intentar hacerlo mejor que él. 

Este pequeño ejemplar de 118 páginas comprende cartas para Lucilio donde le aconseja, guía y deja como regalo, casi al final, de cada una de ellas sentencias, la inmensa mayoría de Esquilo. Si bien el título indica que se abordara, sobretodo, el tema del envejecimiento incursiona por otros que sirven para enriquecer la obra.

Con gran frecuencia toca los temas de la pobreza y por supuesto, de la riqueza; algunas de sus propuestas nos obligan a pensar y sopesar lo que dice: No tengo por pobre a quien algo le sobra, por poco que sea. Se atreve a reconocer hasta lo dicho por quien denigró a su maestro Epicuro, Estilbón: Si alguien cree que lo que posee no es bastante, será un miserable aunque sea el dueño del mundo.

Respecto a la responsabilidad me parece que se queda en lo Convencional pues propone: ¡Cuan venturoso el que tiene alguien a quien venerar, de tal suerte que el solo recuerdo de éste puede ordenar y componer el alma de aquél! Me parece que lo ideal es que actuemos bien porque es lo correcto, es decir, hacerlo en automático y no por quedar bien con otro.

Creo que a veces se resigna como cuando comenta: ¡Cuan dulce es haber fatigado y abandonado los deseos! Digamos que aquí no estoy tan de acuerdo con Séneca y menos aun si se refiere al potencial eróticosexual.

A quienes consideran que los libros constituyen una de las mayores riquezas les dice: Muchedumbre de libros disipa el espíritu; y por tanto, no pudiendo leer todo lo que tienes, basta que tengas lo que puedes leer; debo confesar que después de leer esto me deshice de algunos libros, por cierto resultó difícil, pero me sorprendió  y llamó mucho la atención, encontrar alguien que los aceptara.

Invita a confiar, totalmente, en aquellos a quienes consideramos amigos y también señala que a veces hay que hacerles sufrir para que comprendan los equívocos de su conducta.

Enfatiza que aprendemos enseñando y destaca lo dicho por Esquilo: Todos mis bienes están en mi.

Ni duda cabe que la terapia debe mucho a éste y otros filósofos, algunas de las cosas que menciona las enmarcarían escuelas como la de la Terapia cognitiva conductual. La Carta XIII. De la valentía que debe tener el sabio, es una de las que más me gusta y creo que cualquier terapeuta la valoraría. He aquí algunas cuantas perlas:

  • Las fieras huyen de los peligros que ven, y cuando han huido están tranquilas: nosotros nos atormentamos por el futuro y el pasado.
  • Más numerosas son, Lucilio, las cosas que nos asustan que las que verdaderamente nos atormentan, pues a menudo nos hacen sufrir más la aprensión que la realidad.
  • Lo que sí te recomiendo es que no te hagas desgraciado antes de tiempo, ya que tal vez no lleguen nunca aquellos males que has tenido por inminentes, y la realidad es que aun no han llegado.
  • Después veremos si estos males reciben su fuerza de ellos mismos o de nuestra flaqueza.
  • La competencia provoca la disputa.

Con frecuencia insiste en revisar nuestro propio comportamiento Si vives lo dictado de la Naturaleza, nunca serás pobre; pero si vives al dictado de la opinión, nunca serás rico.

Propone controlar la ira porque de lo contrario daña la salud y vale la pena recordar que también escribió un libro titulado De la ira y la clemencia.  

Carta tras carta nos topamos con invitaciones a reflexionar sobre cuánto de nuestra existencia o modo de vivir resulta superfluo, más aun cuando vivimos en una sociedad consumista, El vientre no escucha órdenes: reclama, exige. Pero no es un acreedor molesto; con poca cosa se le despacha mientras le des lo que le debes, no lo que podrías darle. 

Propone algo que resulta por demás interesante He aquí lo primero que debes aprender Lucilio: a gozar. Pero también advierte: Perezcan tus vicios antes que tú.

Vale la pena leer, analizar, reflexionar y tener a la mano este pequeño gran libro.

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