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Que tiempos aquellos Sr. Rock and Roll

El autor de este escrito.
El autor de este escrito.

Ya sé que originalmente se dice Sr. Don Simón pero quise hacer referencia a mi lejana infancia, confieso que de súbito me sorprendo hablando como lo hacían las personas mayores cuando yo era un escuincle mocoso, estoy hablando de los cincuentas.

Diciembre, me parece que era más frío en aquellas épocas; tenía uno que cuidarse para que no le dieran un garnuchazo en la oreja porque eran muy dolorosos.

Las calles se poblaban de menores de todas las edades y se practicaban infinidad de juegos, algunos de los cuales ya no existen.

Jugar a Los encantados era una delicia, sobretodo, si también lo hacía la niña que te gustaba; corrías para que no te alcanzaran pero si era ella, como no queriendo disminuías la velocidad o te tropezabas y te tocara donde te tocara quedabas encantado. Cuantas adversidades te atrevías a sortear para desencantarla.

Las escondidillas era otro juego en el que podías proponerle escondites donde jamás los hallarían, pero que por ser tan estrechos exigían estar muy juntitos.

Hoyitos le llamábamos a un juego en el que se necesitaba una pelota de esponja; cada quien debía hacer uno agujero y se marcaba una raya desde la cual cada quien intentaba (tres tiros) meter la pelota en un agujero, cuando así sucedía todos corrían hacia una base, previamente establecida, el dueño del agujero tomaba la pelota para tratar de pegarle a cualquiera que en ese caso se haría responsable de la pelota y trataría de pegarle a otro. El chiste era regresar a sus agujeros, el que se quedara con la pelota se hacía acreedor a un hijo, es decir, se colocaba una pequeña piedra encima del agujero y cuando alguien tenía tres se hacía acreedor a un castigo. El perdedor se colocaba frente a una pared, daba tres pasos hacia atrás y golpeaba la pelota contra la pared; donde diera el primer bote la pelota se colocaban los participantes y tenían tres oportunidades para golpear con la pelota al perdedor que se colocaba de espaldas y en cruz. Aquel que le pegara en la cabeza pasaba a recibir el castigo. Lo simpático o amistoso del castigado se evidenciaba a la hora de recibir los golpes. Había quienes estudiaban donde dolían más los bolazos y practicaban para dejarte marcadas las lonjas.

Otro de los juegos favoritos eran las peligrosas Coeladas causante de rodillas peladas y uno que otro desacalabrado; por supuesto nadie quería ser el último de la fila.

El Bote pateado era un juego en el que participaban niñas y niños, todavía puedo evocar las carcajadas cuando el maestro de los escondites, le daba una pateada al bote y al mismo tiempo decía Uno, dos tres por todos mis compañeros.

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La mayoría de esos juegos implicaban ejercicio, había que correr en varias direcciones, a toda velocidad, esquivando; ser buen observador para elegir el mejor escondite; además la pelota estimulaba la coordinación ojo – mano.

Quedaban aparte los consabidos partidos de futbol soccer, futbol americano, beisbol, voleybol y hasta basquet, recuerdo de éste último eran las cubetas agujeradas, amarradas de aquellos postes de madera.

Juegos más para niños eran la Tamalada, se requerían dos equipos con el mismo número de participantes; un cuate neutral se colocaba de espalda a la pared y separaba las piernas, para que el primer miembro de un equipo pusiera la cabeza entre ellas y se tomara de esas extremidades, el resto de sus compañeros se doblaba poniendo la cabeza entre las piernas de quien le precedía. Los miembros del equipo contrario debían brincar y caer sobre el equipo que estaba doblado; cuando todos estaban arriba, los que cargaban, se movían para que los jinetes se cayeran o al menos tocaran el suelo con un pie y entonces se cambiaban los equipos. Me fascinaba brincar muy alto y caer de costalazo, incluso sobre miembros de mi equipo para lograr que se cayera los cargadores y volvieran a “fletarse”. Nunca he sabido que hubiera molestias de columna a consecuencia de ese juego.

El clima decembrino era un buen pretexto para encender una fogata en la calle; ya ni recuerdo de donde sacábamos pedazos de madera, pero el chiste era que durara bastantes horas, para danzar alrededor de ella.