Con el fin de respetar la perspectiva de género y para hacer más fluida mi intervención alternaré, en el escrito, la referencia a los géneros; es decir, un párrafo lo trataré en femenino y el siguiente en masculino.
Hasta hace algunos años se necesitaba mucho valor para decir a: familiares, amigos, compañeros de trabajo o maestros que uno pensaba dedicarse a la Sexología, de inmediato brotaban comentarios que iban desde:
¿Y eso qué es?
Te morirás de hambre porque de eso nadie habla
Lo quieres hacer porque debes tener muchos traumas
De seguro te la pasarás de forma muy divertida
Y otras más.
Varios acontecimientos del siglo pasado como las investigaciones de Kinsey, Schofield, Hunt; los aportes de Gagnon, Masters, Johnson, Kaplan y Lopiccolo entre otros, al igual que la aparición del VIH y luego del SIDA hicieron que los ciudadanos, lo mismo que los científicos tomaran más en serio a la Sexología.
Quizá por ello desde hace algunos años el tema de la sexualidad en los medios de comunicación ha cobrado un inusitado interés y por eso le dedican buena parte de sus tiempos o espacios; no obstante, la forma en que son tratados los tópicos es muy variable y salvo algunas excepciones los contenidos dejan mucho que desear.
La sexualidad no necesariamente es el motivo principal, a veces ni les importa su tratamiento, pero como producto de esas actividades (concursos o encerronas para ligar) aparecen libros hechos por las conductoras donde dan sugerencias y recetas que pocas veces se sustentan en investigaciones serias. Hay un conductor que siempre nos recuerda que leyó: ¿Por qué es divertido el sexo?
Menciono lo anterior porque, lo mismo que los hongos después de las lluvias han surgido personajes que se ostentan como profesionales de la Sexualogía aunque nunca mencionan dónde cursaron sus estudios; otros, luego de unos cuantos cursos o después de leer algunos textos se sienten henchidos de conocimiento y por ello siguiendo el ejemplo de Procusto aplican la misma metodología a cualquier problema.
De igual forma, existen quienes aprovechando el poder que otorga el ser considerada una experta sexóloga, le dicen a su consultante que como parte del tratamiento le mostrarán el camino que les conducirá al erotismo más pleno.
El sexólogo es un individuo que requiere contar con amplios conocimientos de múltiples disciplinas, Xabier Lizarraga lo expresó muy bien en la primera Conferencia Magistral.
Bajo el riesgo de quedarse en la orilla, el profesional de la Sexología, no puede ni debe circunscribirse sólo a lo biológico, lo psicológico o lo cultural; la sexualidad humana abarca esos tres tópicos pero, esa interrelación se complejiza a grados insospechados y quizás por ello la imagino como un fractal.
Intentado regresar al motivo del presente Simposium quiero retomar lo dicho por Gregorio Marañón, a principios del siglo pasado que a mi juicio, resulta aplicable a quienes trabajamos en este medio:
Y el médico que sólo sabe de Medicina, ni Medicina sabe.
La sexóloga, con independencia del campo donde se desempeñe es un agente de cambio para la prevención de la problemática sexual; facilitadora frente a conflictos sexuales; promotora del ejercicio responsable, informado y voluntario de la sexualidad pero, y esto se ha puesto de manifiesto en el presente congreso, alguien que colabora para que quien le consulta se atreva a transitar por el camino que le lleva al otrora: prohibido, despreciado y pecaminoso territorio del placer.
Resulta de fundamental importancia, para el sexólogo mantenerse actualizado pero, no basta sólo con eventos como el presente congreso existen otros medios y otras instancias a las cuales recurrir pero sobre todo es menester poner en práctica la educación continua. En un documento de trabajo que realizamos hace años mencionamos: la competencia sin integridad o la integridad sin competencia constituyen un compromiso insatisfactorio de cualquier profesional que se precie de serlo.
Hace más de dos mil años, en el Ágora de Atenas un viejo filósofo pregonaba: Conócete a ti mismo y aunque esa propuesta continua vigente justo es reconocer que pocas veces se cumple.
A la sexóloga le conviene reconocer sus fortalezas y debilidades, en otra palabras, sus límites y hacer algo para enmendar lo que sea necesario pero también, un ejercicio de congruencia.
La amplia cultura que vale la pena poseer no implica, bajo ninguna circunstancia, que seamos especialistas en todo; por ello, cuando nos topemos con casos que nos rebasan, es preferible referir o canalizarlos con quien verdaderamente les pueda asesorar.
Algunas personas acudirán ante el sexólogo para, de una u otra forma, pedir permiso y de ese modo contar con el visto bueno de una autoridad para realizar conductas que muy en su interior consideran: pecaminosas, indebidas o prohibidas. Aunque puede resultar muy atractivo actuar en calidad de liberador, debe quedarnos claro que ese no es nuestro papel; no hemos estudiado para, animar o prohibir. Es preferible proporcionarle a ese consultante las herramientas o estrategias que le ayuden a tomar decisiones en forma responsable.
Relacionado con lo anterior, algunas personas nos verán como entes plenos de sabiduría o como los mejores amantes, en otras palabras: el sexólogo adquiere un poder por el sólo hecho de actuar como un experto y más en esta materia. Dicha situación debe manejarse con especial cuidado porque habrá personas que fantasearán con tener un encuentro erótico sexual pero eso, mecanismos de defensa mediante, rebasaría los límites de la Ética. Personalmente, creo que bajo ninguna circunstancia resultan convenientes estos encuentros pues, más allá de los riesgos legales a que se expone el profesional, se traspasan los límites de aquellos a quienes prestamos nuestros servicios. Igual puede existir el profesional que abusando de su posición intente seducir a sus consultantes, eso constituiría una falta muy grave que iría en detrimento de nuestra profesión. Hacer como que pasa nada, no ayuda recuérdese el caso Maciel.
La sexóloga lo mismo que el resto de las personas tiene su sistema de valores y por ello no necesariamente debe ser compartido por las personas para quienes trabaja y mucho menos debe imponerlo pese a considerarlo como el mejor. Lo anterior se relaciona con el respeto a la diversidad, en todos los sentidos, entre los seres humanos.
El profesional de la Sexología adquiere una responsabilidad para con los demás y para consigo mismo. En esta profesión contamos con el poder de la palabra y todo mundo sabe que hacer discursos es muy fácil, lo difícil es vivirlos.
Vale la pena convertirnos en nuestros propios jueces y evaluarnos a cada momento con el fin de enmendar los errores y valorar los aciertos.
Dado que no hay muchas sexólogas es indispensable que destaquen por sus conocimientos, congruencia, respeto y profesionalismo para con quienes les consultan o solicitan su asesoría.
Atiendo problemáticas relacionadas con la sexualidad y el erotismo. Tengo más de 30 años de experiencia brindando terapia sexual. También doy conferencias, cursos o talleres sobre: sexualidad, erotismo, disfunciones sexuales, masculinidad, paternidad, prevención de la violencia y otros temas.