Alexandre Jollien.
Editorial Océano. Barcelona, 2001.
Llama la atención el título en estas épocas donde la violencia, la agresividad y la fuerza se enseñorean, en el mundo pero, sobretodo, en nuestro país.
El autor es un filósofo que recurre a un supuesto diálogo con Sócrates y de ese modo, nos hace reflexionar en torno a que todo mundo tiene debilidades pero, mucha gente lo ignora, otros fingen no tenerlas y sólo unos cuantos las aceptan.
Parte de lo más interesante de este texto autobiográfico de sólo116 páginas, reside en que: se presentaron tantos problemas durante el parto del autor que a duras penas sobrevivió, el diagnóstico emitido fue de Parálisis cerebral bastante grave, tanto así que andando el tiempo se consideró que si le iba bien solo serviría para liar puros.
Dada la gravedad de su estado, a la cual prefiero denominar como Trastornos neuromusculares en vez de Parálisis cerebral, porque si se paraliza el cerebro: Hasta luego; repito debido la gravedad pasó 17 años en una escuela para personas con parálisis cerebral, a la cual describe como: … pretendidamente especializada.
A través de los diálogos entre Sócrates y Alexandre, se entera uno de cómo es la vida de esos seres (denominados como: minusválidos; plusválidos y a últimas fechas personas con discapacidad), que pasan cinco días internos en una escuela, extrañando a progenitores y hermanos. Vivían intensamente el presente, porque por medio de interminables rutinas, trataban de hacer lo que el resto de la gente realiza en la cotidianidad.
Enfatiza el autor, que las adversidades propiciaban la amistad entre los internos y agrega: La ternura de nuestro afecto recíproco conseguía paliar la soledad. Luchas constantes contra las burlas de los niños y por extraño que suene contra los diagnósticos médicos que a veces toman la forma de sentencias y es que como el advierte: El médico era respetado y nunca nadie cuestionaba su competencia.
Resulta dramático el relato de todos los esfuerzos que hubo de realizar para Convertirme en un bípedo de verdad. Inmenso trabajo exige tratar de controlar a esos músculos, que se mueven de forma incordinada, independiente e involuntariamente. Fue en esos primeros episodios, que se sintió muy confundido y hasta molesto pues Jean quien era un desastre total no podía caminar, ni hablar, ni tan sólo mantenerse sentado sin ayuda; se riera cuando Alexandre luchaba con todas sus fuerzas para pararse; le parecía indignante, que alguien en semejantes condiciones se burlara de algo, que jamás alcanzaría pero el enojó aumento conforme el autor lograba sostenerse en pie; fue hasta entonces cuando se dio cuenta que Jean, con su brutal carcajada celebraba el logro de Alexandre, es decir, esas risas sin palabras eran palmadas de aliento, una especie de identificación de alguien, que aunque se sabía destinado a permanecer acostado de por vida; Alexandre comenta: … el me ha enseñado mejor que nadie el duro <oficio de hombre>.
Alexandre describe como a algunos cuidadores parecía no importarles lo que les sucediera a los internos y también relata que uno de ellos los usaba para ganarse la simpatía de la gente y … para ligarse a las chicas pues insinuaba que los quería y cuidaba mucho; a veces los llevaba al pueblo, pero no tanto para pasear como para lucirse. Jollien se muestra contrario a la sobreprotección y afirma: La dificultad endurece, estimula y nos obliga a encontrar soluciones. Sus padres recibieron infinidad de criticas porque le permitieron hacer cosas que parecían muy arriesgadas, y que sin embargo, resultaron fundamentales para sobrevivir. Recuerda con mucho cariño a Adrien quien era algo así como El tonto del pueblo, del cual todos se aprovechaban, incluso él mismo, pero dice que la sola presencia de este joven le brindaba apoyo y protección.
Obviamente no tenía el menor conocimiento de cómo relacionarse con las personas del otro sexo, motivo por el cual su primera experiencia fue desagradable pues, al notar que una chica le trataba con mucho afecto él se desbordó a tal grado que la derribó, los otros se rieron, ella se alejó y él se sintió muy mal.
Nos comparte su paso por diferentes escuelas y cómo algunos estudiantes, por lo general los menos brillantes, le aceptaban sin reservas. En la Universidad donde creyó las cosas serían más tranquilas porque los estudiantes de filosofía hablaban de respeto, equidad e igualdad hubo problemas porque como siempre he dicho: Cualquiera hace buenos discursos, lo difícil es vivirlos. A partir de la experiencia que tuvo con un ciego reflexionó: … proyecto sobre ese individuo diferente toda la angustia, todo el miedo por el malestar que engendra la desemejanza. Según Alexandre para el ser humano es fundamental el reconocimiento de los demás y por ello se esfuerza en entender por qué la gente se burla de él; como fruto de esa reflexión se da cuenta que es necesario aceptarse porque: … huyendo del problema uno se aísla.
Relata que Matthieu, un carpintero era un buen educador porque confiaba en que ellos podían, a su modo, resolver los problemas. Quizá me agrada el libro porque menciona cosas que hemos pregonado en el GIS como: El educador debe favorecer la autonomía del alumno. Sería necesario que los adultos, en vez de prohibir, enseñasen a mirar de una forma distinta, a comprender. El padre Morand fue otra presencia significativa pues jamás le sermoneó y dice que su muerte no le dolió porque: En mis actos, en mi manera de pensar, en mi ser está presente.
Libro para saborear de una sentada y que invita a reflexionar sobre aquellos que nos negamos en mirar.
Atiendo problemáticas relacionadas con la sexualidad y el erotismo. Tengo más de 30 años de experiencia brindando terapia sexual. También doy conferencias, cursos o talleres sobre: sexualidad, erotismo, disfunciones sexuales, masculinidad, paternidad, prevención de la violencia y otros temas.