NOTA: Esta conferencia la impartí hace cerca de diez años de modo que muchas cosas han cambiado te invito a que la revises y me mandes tus comentarios, ya escribí los míos y los puse entre paréntesis.
Desde hace algunos años se acepta que sexo es un término exclusivamente biológico referente a las características físicas diferenciadoras entre machos y hembras; en nuestra caso sería entre hombres y mujeres
Antes de la aparición de nuestra especie, el sexo ya existía y vale la pena enfatizar que para entonces, la vida, tenía miles de millones de años. En términos llanos podemos afirmar que el sexo es una estrategia para incrementar la variedad de los seres vivos.
Paralelamente a la evolución del ser humano la sexualidad se ha ido construyendo hasta constituirse en lo que actualmente conocemos; Mazín y Corona, sexólogos mexicanos; la definen como: “… la vivencia subjetiva, dentro de un contexto sociocultural concreto del cuerpo sexuado. Es parte integral de la vida humana y eje del desarrollo. Se articula a través del potencial reproductivo de los seres humanos, de las relaciones afectivas y la capacidad erótica, enmarcada siempre dentro de las relaciones de género”.
Antes de entrar en materia vale la pena mencionar que resultan incontables las quejas en torno a que el gremio médico se apropió del estudio de la sexualidad; el análisis de los primeros escritos sobre la Sexualogía evidencia que fueron estos profesionales los únicos decididos a incursionar por un terreno, catalogado siempre, como privado e íntimo. La obra que marca el arranque de esta disciplina fue escrita en 1886 por el médico alemán: Richard von Krafft Ebing (1840-1902) y la tituló Psicopatía sexual.
Magnus Hirschfeld (1868-1935), otro médico alemán, no sólo creó el primer Instituto para el Estudio del Sexo en 1919 en Berlín sino que también publicó numerosos libros y realizó intensas campañas para tratar de erradicar las leyes existentes contra la homosexualidad, tanto en Alemania, como en otras naciones.
Iwan Bloch (1872-1922), médico alemán, considerado por muchos como el padre de la Sexualogía por sus notables contribuciones al desarrollo de esta disciplina; afirmaba que las conductas descritas como aberrantes existían o habían sido realizadas en otros espacios y en otras épocas, motivo por el cual invitaba a leer más, para enterarse de lo que ocurría en otras partes del planeta.
Sigmund Freud (1856-1939), fue uno de los hombres que más influyeron para que la ciencia se animara a incursionar por el ámbito de la sexualidad. Puede uno estar o no de acuerdo con sus propuestas pero es innegable que a partir de su basta obra los cimientos del conservadurismo sufrieron graves cuarteaduras.
Herny Havellock Ellis (1859-1939), inglés de nacimiento, decidió estudiar Medicina convencido de que así la gente daría más crédito a sus afirmaciones, en torno a lo que había observado en Australia y en el mismo Reino Unido.
Wilhelm Reich (1897-1957), médico alemán exploró ámbitos que ahora ubicamos como respuesta sexual; también sobre la juventud; aspectos sociales de la sexualidad y caracterología.
William H. Masters (1915-) (falleció el 16 de febrero del 2001), el creador de la Terapia sexual es un ginecólgo estadunidense. Y la lista podría continuar pero a partir de esas primeras publicaciones y de la apertura de algunos de los pioneros antes mencionados, profesionales de otras disciplinas sumaron esfuerzos para analizar el fenómeno desde diversas perspectivas, con ello, los conocimientos no sólo crecieron en número sino también en calidad.
La Antropología, Psicología, Sociología, Pedagogía y la nueva ciencia de la Etología fueron las que contribuyeron con más estudios en los inicios de la Sexualogía.
La Etología ciencia cuyo nacimiento se atribuye a Konrad Lorenz (1903-1989), proporciona innumerables ejemplos de comportamientos que al ocurrir también en humanos, nos tientan a creer en una herencia filogenética. Sin embargo, al analizar con más cuidado los relatos podemos reconocer, la existencia de ciertos parecidos en la forma, pero más diferencias de fondo, en vista de que en otras especies, sobre todo de primates hacia abajo, las conductas son más constantes, esto es, resultan estereotipadas o dicho de otra forma, su comportamiento es igual para los individuos de una misma especie.
Entre los irracionales pero, sobretodo, entre los mamíferos la cópula acontece durante los periodos denominados como: estro, brama o celo. A medida que el nivel estrogénico aumenta, la hembra se hace más atractiva para el macho y estará más dispuesta para aparearse. En casos extremos como en el conejo de Indias y la chinchilla, el orifico vaginal permanece completamente cerrado por una membrana epiteleal, excepto durante el estro. Un caso más cercano a nosotros es el de las gatas, las cuales pueden permanecer en celo varios días, si no han sido montadas, pero si ocurre la cópula en menos de doce horas dejarán de ser receptivas, lo mismo acontece con: la musaraña, el puerco espín y la foca de Alaska.
A medida que se asciende en la escala filogenética, (se nota que consideraba a los humanos como el acmé de la Evolución) la conducta copulatoria está menos sujeta al control hormonal. Esto comienza a observarse entre los grandes monos en los cuales la cópula puede obedecer a cuestiones jerárquicas, para disminuir el estrés o para evitar agresiones.
El gorila usa su impresionante complexión para competir con otros machos y garantizarse la convivencia con un grupo de hembras pero no se piense que tiene su harém; en realidad se trata de un animal poco “sexy” (Años después me enteraría que algunos gorilas de Espalda plateada cuidan con celo al conjunto de hembras y crías que viven con él). Para su talla el pene y los testículos resultan muy pequeños; las hembras pasan gran parte de su vida adulta en una lactancia anovulatoria, motivo por el cual, el macho no se muestra muy interesado en ellas. Sólo cuando una hembra entra en celo buscará al macho para copular.
El orangután suele vivir aislado, quizás por la escasez de alimentos pero en cuanto se topa con una hembra copulará con ella, independientemente de si está en celo o no. (Por ello abundan quienes afirman que estos animales practican la violación). Ellas también amantan a sus crías durante varios años con los consecuentes ciclos anovulatorios pero tan pronto ovulan, buscan al macho con singular vehemencia.
Al vivir mezclados chimpancés machos y hembras los encuentros sexuales pueden ocurrir en cualquier momento y con cualquier miembro del grupo, pero algunos investigadores mencionan que en coincidencia con la ovulación, la hembra puede apartarse con un macho en particular para aparearse y posiblemente tener descendencia.
Mención aparte merecen los chimpancés enanos o bonobos entre los cuales los problemas suelen resolverse por medio de contactos físicos que pueden llegar incluso a la cópula con independencia del sexo de los protagonistas.
Masters y Johnson propusieron la curva de la Respuesta Sexual para explicar los cambios acontecidos en el cuerpo de hombres y mujeres durante una actividad erótica sexual. La curva diseñada por ellos es tetrafásica a diferencia de la usada por Helen S. Kaplan (1929-1925) quien propuso una de sólo tres fases en la que incluyó al deseo, el cual pasó inadvertido para los anteriores investigadores. (Incluso Robert C. Kolodny discípulo y colaborador de Masters y Johnson llegó a mencionar que no la contemplaban dada su imposibilidad para medirla).
Entre los seres humanos, a diferencia del resto de los animales, las cosas han cambiado en forma sustancial, los encuentros sexuales se llevan a cabo por multitud de razones entre las cuales la reproducción no ocupa los primeros sitios. Entrando en materia podemos afirmar que el sustrato biológico es importante, pero no más que la influencia del medio donde cada individuo se ha desarrollado.
Masters y Johnson, lo mismo que Kaplan, LoPiccolo y Meyer entre otros, enfatizaron que la hormona más importante en torno a la respuesta sexual es la testosterona, en vista de que se relaciona en forma directa con el deseo. Cuando las cifras de esta sustancia son menores a las esperadas para la persona en cuestión, se observaban trastornos del deseo. Alteraciones de otras hormonas pueden afectar el desempeño sexual en vista de que interfieren con la producción o acción de la testosterona. No obstante, vale la pena señalar que cuando los niveles estrogénicos descienden como sucede en el climaterio, los cambios en los genitales pueden ser de tal magnitud que afecten la respuesta sexual. (Y su repercusión en otros aparatos o sistemas siendo algo de lo más importante lo que acontece en el ámbito psicológico). Efectos como el acartonamiento vaginal y la disminución de la lubricación vaginal pueden explicar la dispareunia, la evitación coital y la consecuente pérdida del deseo señalado por autores como: Sarrel (1990) y Peralta (1998).
Como es bien conocido disminuciones importantes de testosterona en el varón pueden afectar, no sólo el deseo, sino también la erección, la eyaculación e incluso hasta la capacidad de fantasear.
Mucho tiempo antes que en 1966 Masters y Johnson publicaran su obra, un gran número de profesionales de la salud tanto física como mental consideraban que las hormonas eran la parte nodular de las relaciones sexuales, sin embargo, de acuerdo a lo antes expuesto vemos que las cosas no son tan simples entre los humanos. A la herencia biológica hemos de agregar la cultural, la mezcla produce individuos irrepetibles capaces de enfrentar de diferentes maneras las situaciones. El sustrato biológico nos provee de potencialidades, las cuales a su vez flexibilizan nuestro comportamiento.
El peso de lo cultural se manifiesta al revisar la historia de diferentes religiones. En unas la sexualidad fue una especie de camino para transitar hacia la perfección y en otras se le ha considerado como algo pecaminoso y vergonzante. En aquellas culturas donde lo erótico era aceptado se animaba a los individuos a buscar el placer, en contraste, aquellas donde se pensaba lo contrario, se satanizaba lo erótico y se aceptaba, a regañadientes, el tener relaciones pero sólo para reproducirse. Es evidente que en sociedades como la nuestra predominan las religiones que limitan el ejercicio erótico, pero lo peculiar es que se reprime más a unas que a otros. Vale la enfatizar que no sólo las religiones limitan la sexualidad, el control también se ejerce desde otras instancias y eso es algo que exige estar conscientes de nuestras actitudes. El gremio médico tiene mucho prestigio y ascendiente sobre el público en general, por ello mismo nuestras batas han de conservarse blancas y no debemos pintarlas de negro, es decir, hablemos de cuestiones científicas animando a quienes nos escuchan a pensar y decidir por sí mismos, es decir, que se hagan responsables de sus actos; dejemos que sean otros los que se dediquen a señalar lo que es bueno y malo. Cuanta razón tiene Federico Reyes Heroles al sentenciar: “Dogma que sólo tiene una condición a cambio de todas sus ventajas: la intolerancia”.
Sería por demás interesante que cada asistente anotara: ¿para qué tengo relaciones coitales? seguramente serían innumerables los motivos y conste que la pregunta no es ¿por qué? Posiblemente se repetirá con frecuencia un término que espanta mucho a los grupos conservadores y al cual han desprestigiado de múltiples maneras, la palabra en cuestión es… placer. Si la reproducción no es el principal motor que nos lleva a la cópula ¿por qué la insistencia de algunos en señalar que es malo el disfrute aun con nuestra propia pareja?
Adán y Eva fueron arrojados del Paraíso porque se atrevieron a probar el fruto del árbol prohibido (del conocimiento), la metáfora es explicada en el sentido de que perdieron su inocencia pero también puede entenderse que adquirieron el poder de decidir. (¿qué se pretendía con prohibirles que probaran del Árbol del conocimiento?). Para algunas personas, muy religiosas, el destino existe y sólo debemos seguir un guión escrito desde antes de que el tiempo fuera tiempo. Algo parecido ocurre con los defensores de la Sociobiología al afirmar que en nuestros genes, además de los rasgos físicos también codifican el comportamiento.
Añejas y modernas propuestas se amalgaman para pretender negarnos nuestro derecho a negarnos. Bertold Bretch sentenció hace años “Prohibido prohibir”. Si hubiésemos escrito los motivos por los cuales tenemos relaciones sexuales, lo más seguro es que pocas personas pondrían en primera instancia el deseo de reproducirse y serían muchas las que habrían escrito la palabra temida (PLACER). Como especie hemos cambiado el entorno, a veces con resultados trágicos, pero también hemos realizado obras conmovedoras. Encajan a la perfección las palabras de Graciela Hierro cuando dice: “… algunos hombres y algunas mujeres avizoran el principio del placer como la finalidad de la vida humana”.
Así como tenemos un componente biológico que no podemos, ni debemos soslayar, también contamos con un sustrato cultural, específico para el lugar donde hemos crecido, donde hemos sido educados y por tanto formados (No olvidemos que las sociedades nos crían y nos crean).
Que hombres y mujeres percibimos de forma diferente el mundo nadie lo duda aunque también es cierto que la perspectiva se altera de acuerdo a la clase social, el grado de escolaridad, el estado civil, la religión o la nacionalidad, por citar sólo unos cuantos factores. Pero en todas partes se observa que los hombres detentan el poder por encima de las mujeres. De nueva cuenta Graciela Hierro nos invita a reflexionar cuando afirma: “El género es un sistema de jerarquías sociales, una desigualdad de poder impuesta sobre el sexo. Constituye la sexualización del poder.”
En sociedades donde se considera que la mujer alcanzará su acmé al ser madre, el climaterio es tomado como el lapso durante el cual se despide de los papeles estelares para conformarse con los secundarios; muchas se sienten acabadas igual que sus posibilidades de procreación. Pareciera que el único que les considera atractivas se apellida Arjona. Al varón también pueden pesarle los años y quejarse de la pérdida de la inmediatez; eso duele porque todo el tiempo se le ha dicho que debe responder (Ipso facto) ante cualquier estímulo. De nueva cuenta ambos son aplastados por las enseñanzas recibidas, las cuales en forma tácita o directa advierten que cualquier actividad erótica ha de ser contemplada como preámbulo del coito y por tanto carece de valor en sí misma. Erróneamente se plantea que el placer sólo se alcanza a través del coito, para lo cual se requiere un pene erecto y una vagina lubricada.
En un mundo machista como el nuestro castrar a la mujer climatérica puede ser una especie de defensa en vista de que el equilibrio estrógenos, progesterona/ testosterona se ha roto y cuando menos, desde un punto de vista teórico, su deseo aumentaría frente a un varón que también tiene menores niveles androgénicos. Conste que esto es sólo una elucubración.
La respuesta sexual requiere de adecuados niveles hormonales para funcionar bien en el plano reproductivo pero debe quedar claro que también podemos recurrir a nuevas estrategias si lo que pretendemos es brindar y recibir placer. El erotismo es una característica exclusiva de la humanidad, su uso constante por mutuo acuerdo, con el fin de incrementar el placer, nos permitirá acceder a niveles de comunicación insospechados.
La gente relaciona, en automático, uniformes blancos con dolor o enfermedad, incluso durante mucho tiempo se amenazó a las criaturas con llevarlas al doctor si no comía o se negaba a ir a la escuela. Hoy que la tolerancia se observa con mayor frecuencia, salvo en los informes presidenciales; hoy que ya existe una ley en contra de la violencia familiar pese a que muchos legisladores se opusieron; hoy que hablamos de democracia e incluso sopesamos la posibilidad de permitirle la entrada a nuestros hogares, puede ser factible que también desde nuestros consultorios enseñemos a la gente que tienen derecho a ejercer su potencial erótico con responsabilidad y con el fin de obtener placer cuando menos hasta que mueran.
Muchas gracias.
Bibliografía:
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- Beach, A. Frank. Sexo y conducta. Editorial Siglo XXI. México 1975.
- Hierro, Graciela. Género y empoderamiento, en: Memorias del Primer Coloquio Internacional de Posgrado Investigación y Educación Continua. La humanidad frente al tercer milenio, temores y retos. Universidad Intercontinental. México, 1999.
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- Peralta, Sánchez, Antonio. Menopausia y sexualidad. Archivos Hispanoamericanos de Sexología. Vo. IV Núm. 1. México, 1998. Pág. 97-121.
- Reyes, H. Federico. Conocer y decidir. Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América. México, 1998.
Atiendo problemáticas relacionadas con la sexualidad y el erotismo. Tengo más de 30 años de experiencia brindando terapia sexual. También doy conferencias, cursos o talleres sobre: sexualidad, erotismo, disfunciones sexuales, masculinidad, paternidad, prevención de la violencia y otros temas.